El penitente

 


En Semana Santa, capté esta foto. En medio del espectáculo religioso, la música, el balanceo de los pasos. Un niño o un niña, se dedicaba a jugar con su vela y la cera del suelo. Recordé que de pequeña, teníamos un entretenimiento: crear bolas. Lo divertido estaba, en hacerlas más y más grandes. También nos envolvían las bandas sonoras de las cofradías con sus tambores, también entonces me estremecían. El incienso, era un humo, que nos hacía reír. Pero tiene la capacidad de transportarme a otra época. La imagen del penitente ocioso, al margen del sentido religioso de todo aquello. Como un manto de protección, jugar era la manera de poder sobrevivir al mundo de los adultos. Era crear, imaginar, sentir y soñar. Pertenecemos a nuestros recuerdos, a los olores, sabores y sonidos que nos permiten volver allí. No sé cuántas cosas le tocará vivir al penitente. Pero hizo que me fijara en él durante todo el tiempo que estuvo parado frente a mí. Querría decirle algunas cosas, como consejo de mujer ya sabia, al menos la sabiduría que me ha dado la experiencia. 

Le diría que le ha tocado vivir en una era digital y que, cada vez que pueda, intente desconectar de lo virtual porque el mundo real, tiene mucho que ofrecerle como envoltorio sensorial. Eso nunca lo tendrá delante de una pantalla. Le diría que nunca se olvide del placer de montar en bicicleta, bañarse en el mar o pegar una carrera. Le diría que el primer amor no suele ser el definitivo, pero que no lo olvidará el resto de su vida. Y que si algo se termina, no lo persiga por las redes sociales, como veo ahora a muchos adolescentes sin la capacidad de romper del todo y empezar una nueva historia, con la experiencia de la anterior como punto de partida. Le diría que la inteligencia artificial ha llegado para quedarse pero que, lo que te ofrece la mirada de otra persona que te sostiene en lo bueno y en lo malo, jamás te lo dará un robot. Le diría que la risa floja, aquella que se produce por cualquier encuentro entre familia o amigos, esa risa no tiene precio ni valor económico, pero que salva de la oscuridad. Le diría que la vida es compleja, a veces difícil, que vivirá pérdidas pero que también encontrará a gente tan maravillosa, que cada noche se sentirá agradecido. Le diría que cuide su vida privada, que no todo es publicable, ni es necesario fotografiar cada cosa. Lo que se guarda en la memoria y en la piel, es hipertérrito. Y no depende de las miradas de los followers. Le diría que su camino es único, que no será lineal, pero que siempre siempre se puede salir adelante. Le diría que llore si lo necesita, cuantas veces lo necesite. Y que no intente ser una avatar para competir con vidas ajenas. 

Regresa, cada vez que puedas, al penitente que jugaba con la vela. Encuentra tu espacio de libertad y paz, ajeno a todo lo que esté ocurriendo allí fuera. Recuerda que amar es de valientes y que odiar es de cobardes. Perdona pronto, no por el otro, sino para liberarte de quién te dañó. Despídete y avanza. No sé si la naturaleza ganará la partida a la tecnología, pero mientras no nos la terminemos de cargar, disfruta de ella. Hay mucha magia que el ser humano jamás será capaz de crear. 


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