Estarás a salvo en el corazón de quiénes te han amado, no hay algoritmo que pueda sustituir eso.

Escocia 2023 @desimulagomez


El mundo virtual lleva tiempo colándose en nuestras vidas. O nuestras vidas se han convertido en experiencias de carácter virtual. Somos una sociedad que nos hemos acostumbrado a compartirlo todo.  Las redes sociales, nos van señalando el camino y necesitamos decir que estamos de concierto isofacto o que hemos viajado a algún lugar. 

A los seres humanos nos asusta no ser mirados, observados, admirados, es decir, no tener la atención de los demás. Los algoritmos lo saben y lo usan para tenernos atrapados en la vida que queremos mostrar. Así el teléfono móvil se conecta a nuestras manos haciéndose una extensión de las mismas. Ahora soy padre o madre, ahora abogo por la nutrición o la enseñanza respetuosa, agora vivo enamorado o he comprado la casa de mis sueños. Antes mostrábamos las fotografías ante nuestros propios ojos o los de nuestra familia. En esas reuniones donde recordábamos como éramos de chicos o aquella excursión que hicimos. O esa primera fotografía de tu hermana pequeña recién nacida que luego fue a la que menos se le fotografió de todas las hermanas. 

Dicen que los likes nos producen emociones, subidas de hormonas ligadas a la felicidad. Pero de manera tan rápida y con tan poco mantenimiento en el tiempo, que necesitamos más de esa droga para poder subsistir en el mundo virtual. Es una comunicación unidireccional. No habrá un debate profundo nunca, no hay mucho riesgo de ser llevado la contraria ya que me aseguraré que toda la información social será positiva. Así no aprenderemos a no gustarle a los demás. Y soportarlo. Pero a la vez, somos una sociedad que vive mirando la vida de las otras personas y comparando la propia. Generándose un sufrimiento sobre lo que no estoy viviendo. Como si nos perdiéramos algo. 

Bien es cierto que las redes sociales catalizan nuestras personalidades. Pero también lo es que las neuronas espejo y el aprendizaje que conlleva ver al "otro", nos hará hacer cosas que hace unos años nos hubieran parecido inverosímiles. Las figuras de los influencer, que no sé yo muy bien en qué influyen, se basa en este hecho neurológico. Esto también, como no, está concebido por obra y gracia de los algoritmos. 

Vivimos hiperstimulados, hiper metidos en la actividad. No podemos parar, parar de hacer, parar de generar contenido, parar para observar lo sencillo. Parar de exponer la vida que queremos vender. Primero a nosotros mismos y segundo en una pantalla. Y a un tercero.  La figura del tercero, muchas veces sin ningún peso real en nuestras vidas presentes, pero a quiénes le podemos contar sin contar, lo bien que nos va ahora. 

Antes, cuando tenías una relación y se acababa, lo mejor que te podía pasar era no saber nada el uno del otro. Ahora, a través de las redes,  puedes contar tu incipiente relación y relatarla con el devenir del tiempo. Te aseguras que, de una u otra manera, la otra persona "el tercero" vea que te va genial. Lo que no contarás es que para llegar a colgar esa foto tu periplo emocional ha sido lo que se llama un duelo. Y que desde luego, ese duelo, aunque cicatrizasen heridas, no fue algo sencillo. Eso no se cuelga. Eso no da likes. 

También la cantidad de amigos que tengo y la cantidad de planes que hago. Salir a comer a lo loco, sin fotografiarnos o fotografiar lo que comemos. Ese sería el reto. Besar y abrazar sin fotografiarnos o sin colgarnos, ese sería el reto. Y dejar crecer a los niños sin materializar cada paso que han dado en sus vidas. Eso, quizás, sería protección de lo que más amamos. 

Cada cual que use las redes como mejor le venga.  Creo que tienen muchos beneficios como medio para acceder a información, asistir a congresos que se producen en otros países, conocer lugares antes de diseñar un plan de viaje o comunicarnos con personas que están viviendo en otros sitios ¡bendita videollamada!. Pero no nos engañemos, estamos repitiendo patrones de comportamiento por eso de ver a los demás y desear aquello que vemos.  Una vez alguien me dijo, no cuelgas nada en las redes de nosotros dos, me resultó muy interesante esa apreciación. Porque lo que siguió a continuación fue, es que no quieres que la gente sepa que estamos juntos. Claro que, la gente, mi gente, sí lo sabía. Y si eso era así, llamarme loca, pero me importaba bastante poco el resto. Está claro que la otra persona no pensaba igual. Y desde luego sobra decir que la relación no duró mucho más. Entonces descubrí que para cierta masa de población cada vez más amplia, colgar cosas en redes es una forma de publicar el amor. Y sigo siendo de la opinión que el amor se demuestra en los pequeños gestos, en el día a día y sin necesidad de que tanta gente de su visto bueno. 

Me llama la atención que en un momento histórico donde más conectados estamos, seamos grandes consumidores de ansiolíticos. Puede ser que esa vida virtual no nos esté dando el afecto real que toda persona necesita. Un abrazo, esos achuchones fuertes, apretaitos, eso sí que es un like potente. Poder llorar, no tener que estar siempre aparentando ser una agenda de Mister Wonderful y que te miren a los ojos y te digan, va a pasar. Te prometo que me quedaré aquí hasta que pase.  Fotografiar la lluvia, no es lo mismo que mojarte, oler el suelo cuando se empapa de agua o sentir el paisaje a la par que escuchas algún relámpago.  El atardecer no hay manera de fotografiarlo como tus ojos pueden verlo, la caída del sol de forma progresiva y cómo el frío en la playa te hace echarte una rebequita. Es difícil fotografiar, el cariño que mi madre le ha puesto a la cena de nochebuena, cuando ha cocinado para todo el bloque  y poder encuadrar esa foto para que entremos todos. 

Vivir, en el sentido amplio de la palabra, nos va a producir vértigo. Nos va a coger despeinados, con arrugas en la cara y no habrá filtro que nos proteja  del pasar del tiempo. Ni antídotos para el dolor. Pero, si estamos muy preocupados por colgar un momento que se esfumará, quizás no retengamos elementos que solo un ser humano puede captar. No hay móvil de última generación que mire a los ojos de tu padre y vea la lagrimita a punto de salir porque, un año más, se toma la uva junto a los que más ama. Y sabe que ya ha vivido más años de los que le queda por delante. O la risa floja con tus hermanas, recordando anécdotas de la infancia. 

Y puede que tu memoria un día, empiece a fallar, que los recuerdos se vayan esfumando. Quizás entonces, alguien pueda visitar tu red social y averiguar si has vivido. O puede que, quiénes hayan vivido contigo, siempre te tengan en su memoria y transmitan quién fuiste y cómo concebías la vida. Créeme, estarás a salvo en el corazón de quiénes te han amado. No hay algoritmo que pueda sustituir eso. 

Enero 2024. 







Comentarios

  1. Siempre existió la vieja del visillo y gracias a ellas fuimos los que fuimos. Hemos virtualizado la figura.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares